26 junio 2006

Pais de los sueños (y parte II)
   publicado por TioP

Desenlace de tan retorcida y elaborada historieta de largas horas de aburrimiento en el curro...
......
Recuperé la calma, a salvo dentro de la ciudad y miré mi reloj de luna. Marcaba las cuatro de la mañana. No tenía mucho tiempo. Nunca había estado en la ciudad, y me perdí entre sus palacios y sus amplias avenidas, sin encontrar lo que había venido a buscar, aunque no sabía exactamente qué era. Las calles estaban pobladas de misteriosos habitantes venidos de otras partes del Sueño, y yo me movía con torpeza entre ellos, admirado y sorprendido, bendito para contemplar lo que ojos mortales nunca antes habían visto.

La oscuridad del cielo comenzó a perder fuerza y mi cuerpo se fue haciendo más transparente. Me senté en el suelo, en una callejuela lateral, para recuperar fuerzas a la sombra, y entonces lo vi.

TIENDA DE RECUERDOS - rezaba el cartel en árabe.

Aparté la cortina que hacía las veces de puerta y esperé hasta que mis pupilas se adaptaron a la oscuridad del interior. Dentro, un hombre se inclinaba sobre un trozo de arcilla, y sus manos trabajaban el material con torpeza. Cuando levantó sus ojos, guardó el barro en uno de sus bolsillos, se limpió las manos con la camisa y adelantó una para saludarme. Era anciano, y las arrugas cubrían cada centímetro de su cara. Le correspondí con el signo del cuatro: buenaventura y un favor para un extranjero.

- Quiero un recuerdo.

- No puedo fabricar recuerdos - respondió - tan sólo puedo trabajar con ellos. Hace mucho que nadie puede crearlos de la nada. Ese arte se perdió en la Grieta. - Su voz era débil y cascada y tuve que acercarme para oírle bien. Desde cerca, sus ojos no tenían pupila y eran blancos como la leche.

- Quiero regalar un recuerdo. - insistí.

El hombre se sentó en el suelo y me indicó un sitio frente a él. Su mano, que había permanecido extendida, completó el saludo. Un siete: una lección y una advertencia.

- Un regalo es algo muy importante - Hizo una pausa y el sonido de nuestra respiración lleno la sala. La mía, ruidosa y agitada. La suya, pausada y débil. - Un recuerdo es algo muy importante. - Una nueva pausa. - Los dos obtienen su valor según quién los recibe. Si regalas un recuerdo, corres un riesgo doble, pues es algo importante para ti, pero puede convertirse en polvo en manos de la persona equivocada.

- Acepto el riesgo - dije - ¿Cuál es el precio?

- ¿Cuál es el recuerdo? - Preguntó a su vez.

- Un día en la playa - contesté sin pensar, y sólo con nombrarlo, pequeñas espirales de luz asomaron en la punta de mis dedos y se perdieron de vista en la oscuridad del alto techo.

Silenciosamente, el hombre posó su mano sobre mi corazón y movió su dedo índice en el sentido contrario al de las agujas del reloj. Se paró en las nueve, Amor y Sueño, y sus ojos se abrieron en expresión de sorpresa por el número, pero su boca permaneció cerrada. Quedó así sólo un instante. Entonces se volvió y nombró tres colores:

- El Azul del Cielo y las Aguas, el color Naranja de la Arena y el Sol y el Blanco de la espuma necesito. Nada cobro cuando trabajar el recuerdo me place. - Y diciendo esto, me alcanzó unos tarros de cristal trasparente y entonces desperté.

No voy a narrar aquí cómo conseguí los colores. Baste decir que no es fácil atrapar un color, ni siquiera para alguien que sueña despierto, pues hay muchos similares y son caprichosos y poco dados a dejarse encerrar. Pero para resumir, diré que conseguí mi propósito y aguardé con impaciencia la hora de acostarme.

Tal vez no sea algo sabido, pero el mundo del sueño es peligroso para aquellos que no están dormidos. Muchos son los que se pierden y no regresan, y hay cosas peores que no deben nombrarse, pero sí temer. Tal vez fuera porque estaba alterado, o tal vez porque el sueño es caprichoso y no gusta de dejarse dominar, pero el caso es que mi viaje comenzó lejos de la ciudad. Grandes fueron las gestas llevadas a cabo aquella noche, y grandes los nombres de quienes las protagonizaron. He perdido la cuenta de las deudas que contraje, pero puedo decir en mi favor que mi valor no fue menor que mi necesidad, y que mi brazo no flaqueó cuando hubo de levantar la espada.

El Valle de las Lágrimas no derramadas, la Llanura de la Muerte en Vida, el Bosque de los Elfos Nonatos... Muchos poemas y canciones narran lo que aconteció aquella noche, y por ello no lo repetiré yo aquí, pero fue un día largo y peligroso, y mi nombre y mi fama crecieron en las tierras del Sueño después de aquellas aventuras. Pero estaba escrito que había de superar todos los obstáculos y que nada había de impedir mi destino, y así fue. Ninguna flecha alcanzó mi corazón, ninguna espada atravesó mi armadura y ningún hechizo logró nublar mi razón ni enturbiar mis sentimientos, y así, casi de día, franqueé a caballo las puertas de la ciudad, por segunda vez, ese día para recibir. Estaban abiertas para mí y había dejado las persianas de mi habitación bajadas antes de echarme a dormir, lo que me proporcionaba aún unos minutos.

Me apeé de un salto del caballo frente a la tienda de los recuerdos y saqué de mi zurrón los frascos con los colores en forma de humo agitándose en su interior. El artesano los cogió en sus manos con delicadeza y los vertió en su mesa de trabajo sin mezclarlos. Los examinó con atención y luego me miró fijamente, para acabar asintiendo y volcarse en su trabajo.

Trabajaba con esmero y amor, y sus manos callosas se movían con rapidez inesperada combinando los colores en extraños patrones. Yo no había cambiado mis ropas de aventuras y polvoriento y respirando con dificultad presentaba un cuadro extraño frente al anciano sosegado. Agua y fuego. Blanco y negro. Mi silueta se estaba volviendo más y más intangible, y los colores me mareaban. Peces de colores bailaban mientras el hombre hilaba el Naranja, Azul y Blanco. Peces de color Naranja saltando entre las Olas Azules y Blancas... Luché por mantener los ojos cerrados, porque sabía que faltaba lo más importante. Por fin, el hombre se levantó y me tendió una pulsera. Brillaba con todos los colores de mi recuerdo, y cuando mi mano la sujetó, volví a estar en la Playa, escuchando el susurro de las Olas...

Me rendí y apenas escuché sus palabras desde la distancia, mientras subía...

- He aquí tu regalo. Sé lo que es, pues yo lo he tejido, pero es un regalo de doble filo, pues perderás tu recuerdo y sólo tendrá el valor que quiera darle quién lo reciba. Y los recuerdos nunca van solos. Y si esa persona desprecia tu recuerdo, lo habrás perdido, pero si lo acepta y lo valora, siempre estaréis unidos, y eso puede ser tanto una bendición como una maldición. - Su voz se fue perdiendo, y su silueta se desdibujó, pero sus últimas palabras sonaron tristes antes de dejar de oírse - Hay que ser valiente para entregar un recuerdo. Tal vez si yo lo hubiera hecho en su momento en lugar de atesorarlos y dejar que se marchitaran...

Y con su mano dibujó un tres en el aire a modo de despedida: precaución y buena suerte. Abajo, a mis pies, la ciudad se desmoronaba hasta la noche siguiente, pero yo no habría de entrar en ella de nuevo hasta mi muerte, si había de hacer caso al oráculo de piedra.

Me desperté sujetando el regalo en una mano y haciendo el símbolo del uno con la otra: amistad y gratitud. Mi habitación tenía las persianas bajadas y aunque mis ojos estaban abiertos sólo veía negro.

Saboreé el recuerdo por última vez y sonreí cuando lo guardé para regalarlo. Pues creo que el anciano estaba equivocado. Porque si un recuerdo sólo tiene el valor que le otorga quien lo recibe, un regalo tiene el valor que le otorga quien lo ofrece, y es mezquino quien regala lo que le sobra o no le hace falta y actúa de corazón quien regala lo mejor que puede dar. Feliz cumpleaños - pensé, antes de levantarme de la cama.

Dedicado a quien lo escribió, Agustín, alias agutxisol.